CITA
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El asunto dela sinagoga podía llegar a convertirse en una nueva fuente de conflictos. Mercedes se las veía y se las deseaba para cuadrar las cuentas con la escasa asignación que su marido le pasaba, y no estaba dispuesta a aceptar que éste despilfarrara el dinero en un proyecto tan disparatado. La simple mención de la sinagoga la sacaba de sus casillas, lo que a su vez amenazaba con provocar nuevos ataques de ira de Samuel. Este, después de dar buena cuenta de la cena, volvió a buscar a sus hijas y ¡es guiñó un ojo. Dijo:
-¿No queréis saber dónde está el local? Detrás del Teatro Principal. En la acera buena, la de la izquierda. En la otra estaría dándole la espalda a Jerusalén. Es bonito. Muy espacioso.
Miriam sonrió porque no quería aguar aquella fiesta de cumpleaños, en la que todo el mundo estaba obligado a ser feliz. Para zanjar el asunto, Sara se volvió hacia el tocadiscos:
—¡Esa música! —exclamó.
-Sí, qué mal se oye… —asintió Miriam.
—Estos inventos alemanes… —dijo Samuel.
El aparato tenía un brazo metálico que permitía poner varios discos seguidos. El problema era que, cuantos más discos descargaba el brazo, más despacio giraba el plato y más distorsionada sonaba la música. Miriam apartó la aguja y retiró dos de los tres discos.
—Como vuelva a sacar el tema de la sinagoga, te juro que… —murmuró Sara.
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