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Primeros años del franquismo. Sanz, Perdiguera y Palacios, los adolescentes protagonistas de estos Cuentos de san Cayetano, aprenden la vida desde las aulas del “Central”, colegio seglar y liberal, que tiene algo de refugio. Aprenden entre el perfume barato de las putas y el aroma a verduras que sube desde el Mercado, entre personajes exiliados en su propia ciudad, intentando abrigarse a la vez del cierzo y de los gélidos recuerdos de la guerra civil, en medio de un mundo implacable que parece inamovible. Pero frente a los que quieren imponer el fervor por la muerte y obligan a sus niños a besar la mano del cadáver del obispo, José Antonio Labordeta nos explica el poder de la vida. El del sexo agazapado en cada rincón. El del humor, la inocencia y la esperanza que se cuelan por cada mínimo resquicio hasta conseguir que, mientras afuera cae la nieve, contra las paredes de los calabozos de la Jefatura de policía resuenen los poemas de todos los poetas prohibidos. Una mirada cercana a la de las películas de Berlanga y Azcona. Una hermosa lección de humanidad.