HOSPITAL DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA

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Ahora allí hay un aparcamiento. Y detrás construyeron ese edificio de Hacienda tan horroroso, lleno de esas ventanas que se parecen tanto a los nichos del cemen¬terio. Pero entonces todo formaba parte del hospital y nosotros vivíamos ahí, donde el aparcamiento, justo enfrente de la puerta de urgencias. Aquella fue la pri¬mera casa de mis padres; allí nacieron mis hermanos y allí nací yo.
Era la última casa del patio, pegada al muro que rodeaba el hospital y al pabellón de infecciosos. Detrás había un huerto que pertenecía al convento de las Encarnas y otro del propio hospital. Dentro del hospi¬tal todo era como en una ciudad, como en un pueblo, cada uno tenía su sitio, y a nosotros era como si nos hubiera tocado vivir en las afueras. Delante de nuestra casa estaban la del director, la del administrador y la del secretario, todas mucho más bonitas que la nuestra. Nuestra casa era vieja, como de cuento triste, con el revoque lleno de desconchones.