CALLE SAN FÉLIX

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Después de verme en la calle, mi madre había alcan¬zado a mi padre y lo había seguido hasta un portal de la calle de san Félix, detrás de la iglesia de san Gil. Cuando el portero la detuvo, ella le explicó lo que pasaba y aquel hombre le preguntó qué llevaba envuelto en el trapo (…) Muchos años después de todo aquello, una tarde, poco antes de que muriera, pasé con mi padre y con Nico por la calle de san Félix. Mi padre se quedó mirando con pena una casa vacía y medio en ruinas que estaba a mitad de la calle.
–No sé cuándo van a tirar estas casas viejas –dijo–. Alguien debería hacer algo.