CITA
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Jane era alegre. Cuando visitábamos Zaragoza, me dejaba tocar sus pistolas, me prestaba su colección de tebeos porque sabía que la trataba con cuidado, me invitaba a patatas bravas en el Tubo, me montaba en coches a pedales en el Parque Grande, me compraba cualquier cosa que señalaba por la calle y me decía que bajo los pies de los gigantes de piedra de la Audiencia había un duro. Su padre había gastado la misma broma a sus sobrinos, pero en vez de un duro había una perra gorda. Jane era folclore de tío, el perfecto tío zaragozano. Viajaba a Italia y guardaba recuerdos de sus viajes. Media ciudad era amiga suya y la otra media le conocía por el nombre. Jane era la sal y la pimienta de la familia zaragozana, el orgullo castizo de su padre y el amor ardiente de su madre, digno hijo del Gancho, el último somarda de la calle Miguel de Ara.
UBICACIÓN
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