CITA
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VIERNES, 19 DE SETIEMBRE DE 1958. CAFÉ AMBOS MUNDOS.
En Zaragoza había casi tantos mentideros como portales, pero si uno quería saber algo de buena tinta había que ir al Ambos Mundos un viernes a la hora del vermú. Allí, con un vaso en la mano, todo el mundo hablaba de lo que poco que sabía, sugería lo mucho que no sabía y esperaba enterarse de otro tanto que ignoraba, de modo que para cribar los dimes y diretes y saber qué valía la pena, había que esquivar las mesas de los buscavidas, los picapleitos, conseguir una cierta equidistancia entre los pesados, los gorrones, los agentes de la Social que solían sentarse de dos en dos leyendo la prensa sin pasar de página ni leer una puñetera línea en horas, las busconas que preferían trabajar antes de comer y comer de lo que trabajaban, la prensa, los confidentes, los ociosos, los rentistas que habían leído el periódico de pe a pa, los que aún se indignaban porque El Noticiero no ofreciera otra cosa que asuntos de Internacional, los del Sindicato Vertical, los del quieto movimiento y así, un sinfín de especies extrañas. Si uno tenía suerte, a lo mejor conseguía atrapar al vuelo una mesa junto al rincón de los Bruned o Fabio Mínimo, de Heraldo, en la barra, cerca de Montserrat Gámiz, de Noticiero, o Felipe Bernardos, de Amanecer. No desmerecía un rincón cerca de Martín Ballesteros, camisa vieja de Calatayud, profesor de derecho y parroquiano eventual, o del eterno ministrable, el catedrático de Internacional Luis García Arias. Alguna vez, en contadas ocasiones, pasaba a esa hora Arnal Cavero, director de la Escuela Joaquín Costa y columnista de Heraldo, cuyos intereses estaban en otros lugares cerca de allí, La Espiga, por ejemplo.
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