CAFÉ DE LONDRES

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Palacios lo lleva a los pequeños tugurios literarios y le presenta a poetas que hunden sus fauces en amores hambrientos o, desolados, escriben un libro al que llamarán Cafarnaún; discuten sobre Lorca con el viejo y cada día más decrépito Muriedas y algunas tardes, en el viejo Café de Londres, escuchan asombrados al hijo del Director del Central que lee un poema en el que se pregunta «a dónde fueron las tardes de los sábados».

El Sueco les narra su historia: «Mi padre fue el abastecedor de la Wermach –el ejército de Hitler, aclara ante los ojos de asombro de sus compañeros– en mi País y estaba tan convencido de que iban a ganar para siempre que ni por un instante pensó en sacar sus dineros del Banco Central y llevarlo a Suiza como hicieron muchos de sus colegas. Se acabó la guerra, se acabó el dinero y se acabó mi padre que tuvo que huir, meterse en una guerrilla antifranquista en el Pirineo, dejarse pillar por los civiles y luego, como era más facha que Franco, lo sacaron sus amigos y le han dado una colocación para malvivir. Mi madre lo odia».