CITA
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Pedro Molina Heredia, mi bisabuelo, era muy de derechas. Se afilíó a Falange en 1937 porque no podía ir voluntario a la guerra. Le cogía muy mayor, la guerra, aunque con gusto hubiera marchado al frente a matar rojos. Un gusto que su hijo, el soldado, no compartía. Pero se ofreció a Falange para echar una mano en lo que se pudiese para el resurgir de la España una, grande y libre. Y su mano cayó sobre una cárcel de mujeres. Hacía poco que se había inaugurado una prisión nueva en Torrero, en el sur de Zaragoza. Una cárcel magnífica en la que cabían muchos rojos, pero no tantos como los que querían meter en ella. Al poco de comenzar la guerra, Torrero se quedó pequeña y hubo que trasladar a algunos presos a otros sitios. El viejo presidio de la calle Predicadores, en el Gancho, reabrió como cárcel de mujeres. A sus celdas inquisitoriales llevaban a las rojas más odiosas, el escándalo de las señoras con mantilla. En 1937 funcionaba a pleno rendimiento, llena de mujeres con la cabeza rapada, la cara inflada a hostias y la vergüenza tan arrasada como la entrepierna. Torturas, gritos y camiones que aparcaban al alba para llevarse a presas de una lista mecanografiada.
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SERGIO DEL MOLINO
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