CITA
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DOMINGO 7 DE SEPTIEMBRE DE 1958
Los escolares quedaban siempre a jugar en las noches de verano a la entrada del barrio. Bajaban por las guías del tranvía hasta la zona del casino, que estaba mejor iluminada que la zona de Escobaza o Girón. Las casitas de las calles Rusiñol o Figueras, el caminito que bajaba a las graveras o al río, los viejos terrenos de Racaud, las vallas de la fundición, todo se convertía durante el verano en trincheras, fortines, búnkeres y fosos de ametralladoras. Las noches de luna llena tenían la misma luz que alumbrara la batalla de Stalingrado o el cerco a Berlín, o eso les parecía a ellos. Los campos olían todavía al verdín de la orilla del Ebro, a mierda de oveja, a romero y al sudor rancio del pastor. Las sombras de los árboles eran ejércitos en marcha.
UBICACIÓN
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