CITA
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Un año exacto había pasado entre el momento en que dejó de ver a sus padres y el día en que ingresó en el Hogar José Antonio. Tenía diez años, un futuro incierto y, decían, cierto talento. Cuando el tío Santiago y la tía Esperanza le dejaron en la puerta de aquel palacete del nuevo ensanche de la Gran Vía, entre los parques del Cabezo y Buenavista, Primitivo no sabía si aquello era buena o mala suerte. No sabía si querer o no querer entrar en aquel lugar. Había aprendido, demasiado pronto quizá, que las cosas que uno quiere o no quiere importan en realidad bien poco, y que son siempre subsidiarias (su tío lo decía así) de lo que quiere quien manda. El cartel de la puerta rezaba así: “Hogar José Antonio”, con grandes letras en rojo y negro, el yugo y las flechas a un lado y un aire más lujoso y moderno que la escuela municipal a la que iba en el barrio antes de que la guerra lo barriera todo.
UBICACIÓN
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