CITA
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El niño Jesús lo mira mientras san Antonio mira hacia la Ventana, a la luz, a la calle, como si quisiera escaparse e irse a alguno de los lugares en los que estuvo predicando o aquí cerca, a su iglesia, que está entre mi casa y la clínica donde nací, una iglesia-basílica que se construyó entre los años 37 y 40 en un solar que compró Mussolini para enterrar a los italianos que cayeron en la guerra civil. Según dice el hermano que deja la llave a quien quiere visitar la torre en la que están los restos de más de dos mil ochocientos hombres, ahí descansan juntos los italianos de ambos bandos, porque alguno vino también a ayudar a la maltrecha república, aunque la mayoría pertenecen al ejército de Mussolini. Casi todos murieron cerca de Guadalajara y en Teruel, donde más frío hacía. No hace mucho hablé Con una anciana italiana que me contaba, con lágrimas en unos ojos que habían visto ya demasiadas cosas, la última vez que vio a su hermano, poco antes de que se fuera al frente ruso en la Segunda Guerra Mundial. Lo recordaba poniéndose y atándose las botas. Las botas eran de cartón, y eran las mismas con las que Mussolini había mandado a sus tropas a Abisinia. Con ese calzado los mandó al invierno de la meseta y del valle del Ebro en España y luego, a los que quedaron, al invierno de Rusia. Quizá algunas de aquellas botas estén entre lo que queda de aquellos soldados italianos a los que les tocó venir a morir por los fascistas a pocos metros de donde escribo. La iglesia se llama de San Antonio y en su fiesta se venden rosquillas.
UBICACIÓN
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