CITA
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No recuerdo haber visitado mucho La Piedra de Blarney, el garito que ocupó la tienda de telas Gómez y Sancho, pero terminé muchas noches en La Caja de los Hilos, que estaba enfrente y homenajeaba con su nombre la gloria textil y comercial perdida de la calle. Supongo, aunque no lo recuerdo, que La Piedra de Blarney me parecía un sitio vulgar e impropio de mis noches. La Caja de los Hilos era una cueva chic en un territorio colonizado por las camisas metidas por dentro del pantalón y los cuarenta principales. Era Serge Gainsbourg contra Ricky Martin. Gitannes contra Ducados. La única boite que un provinciano con querencias de artista podía hacer suya en Zaragoza en aquel tiempo. Había otros sitios modernos donde bailar (quienes bailasen), y algunos estaban en esa misma calle, aunque en el tramo que cambiaba de nombre, pero La Caja de los Hilos era lo más afrancesado y pop que existía en cientos de kilómetros. No importaba que un problema con los desagües provocase que oliera a cloaca durante casi un año. No importaba que el Ayuntamiento le retirase la licencia para pinchar música y sólo se oyesen las conversaciones y los hielos en los vasos. Aun pestilente y desonorizado, seguía siendo el mejor sitio para terminar la noche.
UBICACIÓN
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