CITA
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Precisamente a la mañana siguiente estaba prevista la visita del neurólogo, a la que no quería faltar. Cuando salía del taxi en General Mola, la saludó una mujer. Era Cristina, la enfermera, cuyo turno acababa de concluir, pero ella tardó en reconocerla porque iba en ropa de calle. Le dijo adiós con la mano, y la otra, apurando el paso hacia la parada del tranvía, añadió:
—Ya ha llegado su hija.
Mercedes torció por la esquina de Lagasca, franqueó la verja de entrada y subió los escalones que daban acceso al edificio. Ya dentro, se encaminó hacia las escaleras. Iba distraída, pensando en lo desconcertante que resultaba encontrarse por la calle con gente a la que sólo había conocido en el ejercicio de su profesión, como dando por supuesto que un camarero o un dentista o una enfermera era camarero o dentista o enfermera las veinticuatro horas del día.
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